Ecuador y una crisis carcelaria constante
Un combo de superpoblación encerrada y la atomización de las grandes bandas narcos que penetran al Estado, creó la tormenta perfecta.
El pasado 12 abril las autoridades de la Penitenciaria del Litoral en Guayaquil –la más grande del país— encontraron a seis presos colgados y ahorcados en sus celdas, en un pabellón dominado por una banda narcotraficante enfrentada a otras.
Dos días después, allí mismo, una reyerta de varias horas con fusiles y pistolas 9 milímetros generó 12 muertos, ante la desesperación de miles de familiares que durante días no supieron nada de quienes estaban adentro y reclamaban al director de la cárcel dar la cara y “que nos diga cuántos son los muertos, un listado, no son animales, son seres humanos”.
La violencia se derrama a los alrededores del penal: el jueves pasados tres agentes penitenciarias que almorzaban en un restaurante enfrente, fueron acribilladas. Hace un año, en la prisión de Santo Domingo –centro norte del país– 43 reos se despedazaron a cuchillo mutuamente, durante un motín en el que escaparon 220 reclusos.
La muerte es la norma
Ecuador sufre desde febrero de 2021 una crisis carcelaria constante: más de 450 presos se han aniquilado entre sí. La peor masacre fue el 28 de septiembre de 2021 en Guayaquil: 125 muertos. Dos meses después, ese mismo combate continuó durante dos días y fue transmitido en redes sociales, incluyendo la mutilación, asesinato a balazos e incineración de 67 personas.
En total ya son 11 masacres carcelarias y la situación se le ha ido de las manos al Estado. La guerra de fondo entre las bandas narcotraficantes es por el control interno de las cárceles y el externo de las rutas de la cocaína hacia Europa y EE.UU. especialmente en ciudades costeras como la capital del país.
Muchas de las víctimas son reos encarcelados por delitos menores sin sentencia en cárceles sobrepobladas, cuyos familiares son extorsionados por los “peces gordos” con al menos 300 dólares al mes para garantizarles “protección” a los detenidos, comida y un lugar más cómodo dónde dormir: las pandillas terminan teniendo el verdadero control de la cárcel. Según denunció la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2021, algunos de los muertos tenían cumplida su sentencia y continuaban presos por mera burocracia.
La atomización de los cárteles
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito plantea que una de las explicaciones sobre el aumento de la violencia intercarcelaria es que en Brasil, Colombia y Ecuador, los grandes cárteles del pasado se han ido atomizando desde 2020. Incluso hay bandas menores que trabajan tercerizadas para los grupos mayores a modo de subcontratistas: el aumento en la cantidad de actores hace más dificil los acuerdos y la convivencia, ya que hay mucha competencia. Antes que megabandas, hay redes locales cambiantes trabajando para varios clientes a la vez en distintos países.
Arturo Torres –autor del libro de investigación El juego del Camaleón– explicó a Página/12 que “la fragmentación de las bandas se profundizó a partir de 2020 tras el asesinato de Jorge Luis Zambrano, alias ‘Rasquiña’, cabecilla de la banda de Los Choneros que tenía un control hegemónico sobre el resto de grupos criminales, como Los Lobos, los Latin Kings y los Lagartos. Luego del asesinato en un centro comercial de Manta, las bandas se atomizaron desde las cárceles en medio de un aumento de la demanda de cocaína en Europa”.
Se observa incluso una especialización por parte de cada subgrupo en distintas fases de la producción, que incluye “empresas” de logística y comercialización: los grandes capos tienen proveedores de servicios no exclusivos que no son miembros de la banda. Esto hace también que las caídas de un sector de la cadena productiva no sean tan catastróficas para el resto.
Desde 2016 los presos están agrupados, no por tipo de delito, sino por la banda a la que pertenecen, como medida preventiva fallida contra los enfrentamientos. Esto generó a la larga, que se solidificaran los nexos entre los miembros de un grupo. Los dos más importantes son Los Choneros –ligados al Cártel de Sinaloa– y Los Lobos –asociados al Cártel de Jalisco Nueva Generación– que pasaron a dominar las cárceles y a enfrentarse.
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