“El problema de la fuga no es sólo por la devaluación. Lo que está en duda es la solvencia del programa económico de Milei”
Así lo advertía Alejandro López Mieres, especialista en temas financieros, analista del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (Ipypp) y ex vicepresidente de Nación Bursátil, en diálogo con Página 12.

La huida de capitales dejó en situación de stress al Banco Central, con reservas internacionales en baja y esfuerzos cada vez menos eficaces de dicha entidad por mantener contenida la cotización de los dólares bursátiles. Frente a las dificultades y desconfianza creciente, el ministro Luis Caputo y el presidente Javier Milei optaron por anuncios repetidos sobre avances en el acuerdo con el FMI y el ingreso muy pronto de 20.000 millones de dólares. Concluían así que no hay razones para que continúe la presión sobre el dólar. Pero no le creyeron.
“El problema de la fuga no es sólo por la devaluación. Lo que está en duda es la solvencia del programa económico para pagar la deuda, éste es el verdadero problema”, advirtió Alejandro López Mieres, especialista en temas financieros, analista del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (Ipypp) y ex vicepresidente de Nación Bursátil, en diálogo con Página 12.
Esta preocupación del mundo financiero, que el gobierno no desconoce pero se negaría a admitir públicamente, es lo que genera en realidad la fuga y la consecuente urgencia del gobierno por ir al Fondo Monetario en este momento. “Veamos el contexto: no hay vencimientos de pagos de capital al FMI hasta mediados de 2026; la deuda con bonistas privados tiene un próximo vencimiento el 10 de julio pero los fondos en divisas ya estarían en buena medida cubiertos, y el próximo es ya en 2026. Entonces, cuál sería el apuro?”, se pregunta López Mieres.
La respuesta surge analizando la evolución de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Es decir, la entrada y salida de divisas del país. El especialista en macrofinanzas observa que, en las cifras acumuladas en los 14 meses de gobierno completos de Javier Milei (todo 2024 y primeros dos meses de 2025), hay un déficit en la cuenta corriente en divisas.
Señala que el balance cambiario de bienes y servicios arroja un superavit de 12.870 millones de dólares, con un saldo del comercio exterior de bienes positivo en alrededor de 20.000 millones de dólares, pero con un saldo negativo de unos 7000 millones de dólares en servicios (principalmente, por el resultado neto del turismo).
Contra ese dato a favor en el comercio, se registra un saldo negativo (salida de divisas) en la cuenta de intereses y dividendos: se pagaron en esos 14 meses un neto de 13.785 millones de dólares. Eso incluye los pagos al FMI, a otros organismos internacionales y más vencimientos de intereses de la deuda pública, además de los intereses al exterior por deuda privada.
“La primera conclusión es que, en ese período, el saldo de la balanza de bienes y servicios no alcanzó ni para pagar los intereses de la deuda”, apunta López Mieres.
Además, en ese período de 14 meses, se dio también un fuerte aumento de la deuda externa privada, en aproximadamente 9000 millones de dólares, agregó el investigador de IPyPP. Se trata de préstamos financieros de bancos del exterior a empresas radicadas en el país, o emisiones privadas de Obligaciones Negociables (ON, una suerte de bonos privados de deuda) en divisas, “alentados por un tipo de cambio artificial que hacía más barato endeudarse en dólares que en pesos”, agregó López Mieres. Ahora esa entrada de dólares se frenó y, por el contrario, las empresas presionan sobre el Banco Central demandando dólares para pagar los intereses al exterior y, en otros casos, para cancelar la deuda.
“La cuenta corriente cambiaria de bienes y servicios tuvo un superavit importante en el primer semestre de 2024, cuando se documentaban las importaciones pero no se pagaban, pero a partir de junio pasó a dar resultado negativo”, recuerda López Mieres. “Además, con la política del dólar blend , el Banco Central dejó de comprar unos 16.000 millones de dólares”, que los exportadores estaban autorizados a liquidar en el contado con “liqui” (hasta el 20 por ciento del total facturado al exterior).
“El gobierno se creó un problema de restricción externa por su misma política; forzó terriblemente a la economía con un dólar atrasado, pero además se le quemaron los libros que decían que con esta política iban a llover las inversiones externas”. Un flujo de dólares que necesitaba, al menos para sostener esta política por algún tiempo. Pero no ocurrió.
“Hoy no tienen los dólares necesarios ni siquiera para el financiamiento básico de la economía. Esto deja expuesta la falta de solvencia del programa económico, y eso ahuyenta a los capitales más que la perspectiva de una devaluación”, sostiene López Mieres.
Los dólares que espera recibir el gobierno, ya sea del FMI o de otra fuente a la que pudiera acceder, no serán entonces –como dicen el ministro y presidente– para “fortalecer” las reservas internacionales del Banco Central, “restablecer la confianza” y parar así la corrida. Porque antes de ese objetivo los va a necesitar para hacer frente a los pagos de intereses que la balanza comercial no cubre. Si no es que antes, esos mismos dólares no se le esfuman interviniendo en el mercado para evitar que salten los dólares bursátiles.
La insostenibilidad del programa económico quedó expuesta. Hasta el mismo FMI lo debe estar planteando. No sería extraño que sea parte de los cuestionamientos que a estas horas el organismo deja caer sobre Luis Caputo.