Fase 4 en la mira: crecen las tensiones económicas y se tambalea el plan Milei-Caputo
Tras el fracaso del sistema de bandas de flotación, los desequilibrios externos, la suba del riesgo país y la presión cambiaria avivan los temores a una nueva devaluación. El recuerdo de 2018 y el shock de diciembre de 2023 vuelven a escena mientras la economía real sigue sin mostrar señales de recuperación.

Luego del salto inicial del 118 % en el dólar oficial y de implementar un ajuste cambiario mensual del 2 % que luego se redujo al 1 %, la llamada fase 3 del plan económico —basada en un sistema de bandas de flotación cambiaria— comienza a mostrar signos de agotamiento. Las presiones financieras, el drenaje de divisas y las inconsistencias entre las variables clave generan crecientes temores en el mercado: la temida fase 4 asoma en el horizonte.
El riesgo país —barómetro de la confianza inversora— subió 70 puntos en apenas una semana (de 700 a 770) y acumula un alza de 93 puntos en 20 días, desde que el JP Morgan anunció que se retiraba temporalmente del “carry trade” argentino. Las tasas de interés en pesos también se dispararon: para contener la suba del dólar y calmar los ánimos, el equipo económico las elevó a un rango del 40,9 al 47,8 % nominal anual, lo que implica una tasa efectiva mensual de hasta 3,3 %, más del doble de la inflación proyectada.
Este desajuste se vuelve difícil de sostener. En el mercado, las expectativas ya no están alineadas con el discurso oficial. Algo no cierra. La preocupación se refleja también en los indicadores de consumo y crédito: la morosidad en tarjetas se duplicó en un año, pasando del 1,9 % en junio de 2024 al 3,8 % en mayo de 2025. Mientras tanto, los salarios apenas crecen entre 1 y 2 % mensual, frente a un costo financiero total del 184,3 % anual en las tarjetas de crédito. Es una carrera desigual.
El endeudamiento de los hogares crece ante la caída sostenida del ingreso. En los créditos al consumo, la mora ya alcanza el 4,5 %, un dato que enciende luces rojas.
Pero el dato más alarmante para los analistas financieros y consultoras no está en el mercado interno, sino en el desequilibrio externo: el déficit en cuenta corriente ya lleva un año y sigue creciendo. “Déficit en dólares mata superávit fiscal en pesos”, repiten como mantra el FMI, asesores del Gobierno y operadores del mercado, mientras el ministro Luis Caputo intenta defender la sostenibilidad del modelo.
🧱 Fase por fase: un plan que se resquebraja
Fase 1:
El 13 de diciembre de 2023, apenas asumido, Javier Milei ordenó una megadevaluación del 118 %, llevando el dólar mayorista de 366 a 800 pesos, en uno de los mayores saltos cambiarios de la historia argentina. La inflación se disparó al 25,5 % mensual, el poder adquisitivo se derrumbó y la economía cayó 4,5 % interanual.
El riesgo país estaba en 1815 puntos y solo empezó a bajar meses después, gracias al giro hacia el superávit fiscal, la emisión cero y un ancla cambiaria agresiva.
Fase 2:
Se aplicó un crawling peg del 2 % mensual para el dólar, que luego se comprimió al 1 %, buscando calmar expectativas inflacionarias. Si bien los precios empezaron a desacelerar, la inflación de 2024 acumuló un 117,8 %.
El dólar blue y financieros alcanzaron los 1500 pesos en julio, en medio de tensiones. Un blanqueo récord que inyectó 23.000 millones de dólares salvó la estrategia y elevó la figura de Caputo. El Gobierno endureció aún más el ancla cambiaria, prometiendo que “la inflación colapsaría”.
Fase 3:
El 11 de abril se lanzó la tercera etapa: bandas de flotación cambiaria (de 1000 a 1400 pesos, con actualización mensual), liberación del cepo parcial y un nuevo acuerdo con el FMI por 20.000 millones de dólares más financiamiento del Banco Mundial y el BID.
Sin embargo, el dólar oficial pasó de 1108 a 1307 pesos en tres meses (17,9 % de aumento), mientras el riesgo país retomó una tendencia alcista. Las importaciones de bienes de consumo crecieron un 90 %, y el turismo y atesoramiento intensificaron la sangría de divisas.
⚠️ Fase 4: ¿el punto de quiebre?
La posible fase 4 implica la explosión del modelo actual, como ya ocurrió entre 2018 y 2019. El escenario sería una nueva devaluación brusca, forzada por la imposibilidad de financiar el déficit externo, rompiendo los techos de las bandas y forzando una corrección que frene la fuga de divisas.
Las consecuencias serían conocidas: shock inflacionario, caída del consumo, crisis social y un nuevo golpe al ya debilitado poder adquisitivo. El temor se instala. Y aunque el Gobierno mantiene su discurso de optimismo, los fundamentos de la economía real siguen frágiles.
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