Un grupo de expedicionarios no pudo llegar hasta los restos del naufragio del Monte Cervantes en Ushuaia
Se trata de un barco de carga y de pasajeros hundido en 1930 frente a las costas de la ciudad de Ushuaia, y conocido por ello como el "Titanic argentino".

Una tormenta de viento, nieve y granizo desatada este sábado en el Canal Beagle impidió a un grupo de expedicionarios llegar hasta los restos del naufragio del Monte Cervantes, el barco de carga y de pasajeros hundido en 1930 frente a las costas de la ciudad de Ushuaia, y conocido por ello como el “Titanic argentino”.
La misión liderada por el ingeniero electrónico Carlos Pane y un equipo conformado por estudiantes universitarios tenía planificado alcanzar con buzos y drones submarinos el lugar donde se encuentran las cabinas y las chimeneas de la embarcación, a unos “30 o 35 metros de profundidad”.
El objetivo principal era filmar la “lámpara de navegación” del barco (un artefacto de “las dimensiones de una heladera doméstica”) y otros elementos de interés vinculados al naufragio.
Sin embargo, una serie de dificultades acecharon la travesía: por un lado, una alerta de las autoridades sobre la presencia de orcas en la zona hizo desistir de la inmersión de los buzos por razones de seguridad y, por otra parte, un temporal de mayor intensidad que lo previsto provocó problemas en el manejo remoto de los drones.
“Se presentaron varios inconvenientes, todos propios del lugar y de esta época del año. En principio el capitán del catamarán no pudo anclar en el sitio del naufragio por el oleaje y debió permanecer en movimiento, lo que era una amenaza para el cable de los drones que había que mantener lejos de las hélices de los motores”, explicó Pane a Télam.
El experto detalló que, después, “se desató una tormenta con viento y mucha corriente y mar de fondo que nos dificultaba guiar los drones y conspiraba contra la claridad de las imágenes que pretendíamos. Llegamos a los 30 metros de profundidad pero era difícil seguir así la búsqueda“, señaló.
Pane es un ingeniero electrónico graduado en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) que luego de una trayectoria en empresas privadas se convirtió en investigador y docente de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (Untdf).
En ese ámbito, y como parte de un proyecto de emprendedores gestado desde el propio ámbito académico formó junto a un grupo de sus alumnos la empresa Deepwater Engineering, dedicada a distintos proyectos de ingeniería aplicada, entre ellos algunos submarinos mediante la utilización de drones.
El mismo equipo ya exploró en febrero de este año el naufragio del Vapor Sarmiento, un barco de carga y de pasajeros encallado frente a la Estancia Remolino, también en el Canal Beagle, desde 1912.
En este caso “queríamos ver el estado de las cabinas del Monte Cervantes y buscar la lámpara de navegación. Sabíamos que hay sectores colapsados y que todo ha sido invadido por la vegetación marina, pero queríamos igualmente hacer un registro actualizado de los restos”, indicó Pane.
La expedición partió pasadas las 9 desde el muelle de catamaranes del puerto de Ushuaia, cuando todavía era de noche en Tierra del Fuego y la temperatura en la ciudad era de 1 grado sobre cero con una sensación térmica de dos grados bajo cero.
Las condiciones climáticas, en una mañana helada pero casi sin viento en ese momento, favorecieron el recorrido del catamarán Elisabetta 1, de la empresa turística Canoeros, que trasladó a los expedicionarios hasta las coordenadas del lugar del naufragio del Monte Cervantes.
La navegación de 10 millas náuticas (unos 15 kilómetros) por el Canal Beagle transcurrió sin novedades hasta las proximidades del faro Les Eclaireurs, a unos 35 minutos de Ushuaia, travesía que Pane aprovechó para dar las últimas indicaciones a su grupo de trabajo y para cerciorarse del buen funcionamiento del equipamiento.
Para la misión se utilizaron dos ROV (Remote Operated Vehicle según su sigla en inglés) de origen chino, uno de mayor potencia que el otro y equipados con seis motores eléctricos cada uno, luces frontales, cámaras para filmar en definición 4K y baterías con una autonomía de funcionamiento de entre “dos y tres horas” en latitudes con temperaturas frías.
Los ROV pueden descender hasta los 100 y 150 metros de profundidad y las imágenes que transmiten se pueden observar en directo a través de una pantalla y monitores instalados en el centro de comando.
telam